lunes, 9 de octubre de 2023

EL ÚLTIMO OBISPO DE TRAGACETE

El Obispo de Tragacete

 










De nuevo nos topamos con una historia absolutamente desconocida, para mí y supongo que para casi todos los que me seguís, por no decir a todos. 
Parece ser que Tragacete, en 1810, era la sede de una diócesis de muy reciente creación. El Arzobispo de Toledo, Luis María de Borbón, estaba en conflicto con el Obispo de Cuenca, y aprovechó la ocasión para dividir en dos mitades la diócesis, nombrando como nuevo Obispo  en la zona de la Serranía y Montes Universales, a José Manuel Pérez de Sierra, nacido en Jerez de la Frontera en 1775. 
Este, era todo un personaje, todos sus familiares varones poseían importantes cargos públicos, y como era un “bala perdida”, lo metieron en un seminario para que se enmendara; tarea fallida, pues varias veces intentaron expulsarlo por su vida disoluta, de borracheras en compañía de rameras, pero el poder familiar lo mantuvo a salvo. Como a pesar de sus excesos siempre quedaba impune, pretendió escalar en la jerarquía eclesiástica, y en plena Guerra de Independencia, solicitó al Arzobispo de Toledo una sede episcopal, concediéndole la de Tragacete.
Le preguntó al Arzobispo si se trataba de un error, y este le reafirmó en su cargo deseándole suerte.
Su primera tarea pues, fue la de transformar la Iglesia en Catedral, para lo cual se buscó un arquitecto, José Mª Guerrero, apodado “El Niño”. No pretendía gran cosa, tan sólo una nave a cada lado, un campanario de altura doble que el existente, y una portada a escala replicando la fachada del Duomo de Milán. Como vemos algo sencillo.
Parece que cuando le llegó la minuta casi le da un patatús. Para salir del embrollo en el que se había metido, creó una trama de absoluciones previo pago de un importe, pues hay ‘pecados’ que sólo el obispo puede perdonar, y esa laguna legal la aprovechó para ‘hacer caja’.
Hubo un caso de incesto entre dos hermanastros, Raúl y Manuela Trapo, que no se descubrió hasta que la joven presentaba una ‘barriga’ visible. Dicen que eran de Guadalaviar, y como la situación hacía imposible que siguieran viviendo en el pueblo, el obispo los absolvió a cambio de una buena cantidad de dinero y como penitencia los invitó a irse a Barbate. Del tema nunca más se supo.
Se corrió la voz, entre los pastores, que el obispo lo perdonaba todo, y aquellos que durante las largas jornadas de trashumancia aliviaban sus ardores..., de aquella manera..., acudieron en masa a por la absolución. La cosa pasó a ser preocupante cuando se descubrió que el obispo poseía en la provincia más corderos que nadie. Empezó a pedir dinero en metálico, y hubo quien dijo: «Para dárselo a usted, me lo gasto en p...». Ahí acabó la absolución de los pastores al no admitir más ganado.
La blasfemia campaba a sus anchas, y los cuernos parece que también. En las fiestas patronales se dice que tendían al paganismo; la gente robaba a placer, y en la calle cada vez había más borrachos, vagos y mangantes.
En 1813, en las fiestas de la pedanía de Vega del Codorno, se cuenta que unos mozos de Uña mancillaron en tropel a una muchacha de Huélamo, entre unos arbustos. La joven, de nombre Magdalena Moscas, que sobrevivió al ataque vio como se tapaba el asunto. Julio Moscas, el padre de la chica fue a pedir explicaciones al alcalde de la Vega, y este lo remitió al Obispo, encuentro del que hay constancia documental: «En el día del Señor del 11 de septiembre de 1813, ...».
El padre solicitó audiencia con su Eminencia para pedir justicia por el honor de su hija. El mitrado, Monseñor Pérez, indispuesto por un perjuicio alcohólico, mandó expulsarlo diciendo: «Que le den morcilla a él y a su hija».
Horas más tarde, el padre de la víctima, bajo las ventanas de la mansión del Obispo, puso en duda la hombría de este, y de la virtud de su madre. Apedreó la fachada de la casa y dijo: «Me cago en el Obispo de Tragacete», por lo que fue apresado y llevado ante la autoridad, aunque la frase parece que quedó durante mucho tiempo como dicho habitual en la comarca cuando algo no salía como se esperaba.
Un año después, buscando setas cerca del Río Cuervo con su Mayordomo, Javier Jiménez, se les acercó un hombre con una navaja, le asestó dos puñaladas por la espalda que acabaron con la vida del Obispo.
Unos dicen que fue el padre de la chica mancillada; otros que el propio Mayordomo, ya que el Obispo le prometió el cargo de Archivero, sin llegar a concedérselo, aunque la teoría más extendida es que fue por un matón enviado por el Obispo de Cuenca, harto del desmadre pecaminoso en el que se había convertido la otra parte de su antigua diócesis.
El Obispo de Tragacete fue enterrado con todos los honores, pero la sede quedó vacante no volviendo a ocuparse jamás.
Como podemos comprobar, además del descubrimiento de que nuestra modesta Iglesia fue sede episcopal, hemos descubierto a este bizarro y curioso personaje jerezano tan poco edificante y que llegó a ser El Primer y Último Obispo de Tragacete.
Al llegar al pueblo, encontró curioso que con apenas 800 habitantes la villa fuera sede episcopal, y la parroquia contaba con una nave tan sólo.

Fuente: diariodejerez.es / Artículo: Manuel Romero Bejarano.


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