martes, 28 de febrero de 2023

TRAGACETE Y SUS DIFERENTES DUEÑOS

Escudo de Tragacete
La importancia de Tragacete comienza, cuando llega gente del Señorío de Molina en pleno período repoblacional, tras la caída del musulmán Rey Lobo de Murcia en 1171, que hasta aquí llegaban sus dominios.
D. Pedro Manrique de Lara, señor de Molina, adquiere el lugar de Tragacete cuya villa pobló.
El 3 de febrero de 1202:
Alfonso VIII otorga y confirma la compra de Tragacete y sus Salinas a su propietaria, la condesa doña Mafalda, viuda de D. Pedro Manrique de Lara, junto a su hijo Gonzalo Pérez, concediéndole de esa manera los diezmos salinares a la Catedral conquense.
15 de abril de 1370, el privilegio concedido por el rey Alfonso XI queda confirmado por el rey Enrique II, por el que se otorga a D. Alvar García de Albornoz, hermano del Cardenal Gil de Albornoz, las villas de Torralba y Tragacete, con sus castillos, términos y vasallos. Alvar García de Albornoz “el Mozo”, señor de Utiel, Beteta y Tragacete, Copero Mayor del Rey; fallece en 1385 peleando en la batalla de El Troncoso contra los portugueses.
Alvar García Albornoz "El Viejo” fue el V señor de Albornoz, Utiel, Moya, Torralba, Tragacete y Beteta con sus seis aldeas, a los que hay que añadir los heredados de su padre García Álvarez de Albornoz. Los Albornoz fueron los grandes propietarios de señoríos y tierras conquenses siendo enterrados en su capilla de la catedral conocida también como de los Caballeros mandada levantar por el IV señor de Albornoz. 
De 1389 a 1442 la propietaria es María de Albornoz. Con el enlace entre los Albornoz y la familia de los Carrillo, pasan a formar parte en el siglo XV de las propiedades de los Carrillo de Albornoz. Gómez Carrillo de Albornoz llamado el Feo deja el mayorazgo que había heredado de su prima segunda María de Albornoz a su primogénito Juan de Albornoz.  El Feo era hijo de un primo hermano de la madre de Gómez Carrillo de Albornoz llamado Juan de Albornoz, padre de María de Albornoz, Señora de Albornoz y  del Infantado de Huete.
1457: Hermana de Maria es Beatriz de Albornoz "la Ricahembra",  Señora del Infantado, Moya, Utiel, Requena, Torralba, Beteta, y de seis villas del marquesado de Cañete que aporta al marquesado: las villas de Uña junto con las de Tragacete, Valdemeca, Poyatos, Cañada del Hoyo y la Casa del Cardenal en la ciudad de Cuenca, así como las heredades de Valera de Arriba y Valera de Abajo y las de Ballesteros y Moya. Casó con Diego Hurtado de Mendoza, Señor de Cañete.
1480: El señorío de Moya fue elevado a marquesado por los Reyes Católicos en las Cortes de Toro. El marquesado de Moya fue la recompensa de la reina Isabel La Católica a su gran amiga y apoyo Isabel de Bobadilla casada con Andrés Cabrera. Su hija, Isabel Cabrera de Bobadilla, casará con un Hurtado de Mendoza, quienes recibirán el título de marqueses de Moya. Los Reyes Católicos utilizaron la concesión de títulos para recompensar los apoyos recibidos de la nobleza a sus aspiraciones al trono de Castilla. 
A partir de 1601, no pudo el Consejo de Hacienda vender más exenciones jurisdiccionales A partir de 1626, lo que se vendía eran vasallos. Si la aldea, tomaba la decisión de comprarse a sí misma, negando la constitución de un señorío particular, el resultado era una nueva villa. El precio era el mismo que la venta de jurisdicciones en el siglo anterior: 15.000 maravedíes por vecino, para las poblaciones situadas a la derecha del Tajo, en territorio de la chancillería de Valladolid, y 16.000 para las poblaciones situadas a la izquierda, pertenecientes a la chancillería de Granada; pero también podían venderse, atendiendo a la extensión del término, a razón de 6.400 ducados:
de a tresçientos y cinco mrs cada ducado por legua legal. Lo uno o lo otro a eleçion de su magestad o de los del dho su Conssº de Hazienda”.
El primer trámite para la transacción era fijar la población de la villa que se pretendía adquirir y depositar el tercio de su valor; después se hacía la medición del término y el censo de la vecindad. El cálculo casi siempre era inferior al real, para adelantar menos dinero. El buen resultado de este primer intento, animó a continuar con las ventas. Una Real Cédula de 15 de mayo de 1630 dispuso, previo consentimiento de las Cortes, que se vendieran otros 12.000 vasallos. En 1652, se vendieron doce pueblos y en 1658, se vendieron catorce más. En los últimos años del reinado de Felipe IV sólo hay algunas ventas esporádicas y en los primeros de su hijo y sucesor siguen haciéndose, aunque en pequeño número: cinco en 1667 y cinco en 1668. En 1670, el Reino protestó de las enajenaciones.
De 1626 a 1668 se vendieron 52.306 vecinos; de éstos, 20.082 correspondieron a jurisdicciones compradas por los propios lugares, 8.916 compradas por los nobles y 23.307 vasallos fueron comprados por compradores no nobles. Hay que tener en cuenta que no todas estas ventas dieron lugar a formación de señoríos, en muchos casos, las villas o lugares se compraron a sí mismos para evitar caer en poder de un señor o para exentarse de la cabeza de su jurisdicción.
Habrá que agregar, a las cifras anteriores, las poblaciones entregadas por el monarca a ciertos señores en pago de deudas y servicios; un móvil de prestigio y nunca motivos económicos, impulsaban, por regla general, a los compradores de lugares, pues esto facilitaba a su poseedor un ascenso social. La posesión de una villa o aldea, además de colmar su vanidad, pues recibían homenaje de los lugareños y colocaban sus armas en las iglesias, les daba ingreso a la categoría de señor de vasallos, paso previo, en algunos casos, a la nobleza titulada.
1757:  La Intendencia de Cuenca intercambia territorio y pueblos con Teruel, Toledo, Guadalajara, Albacete, Ciudad Real, Valencia y Madrid, interviniendo en el proceso las Ordenes militares de Santiago y Calatrava. Cuenca pasó la villa de Vindel a la provincia de Teruel, y recibió de ella las villas de Huelamo y Lagunaseca, de Guadalajara recibe la de Valsalobre.
Finales del siglo XVIII: Desarticulación comunal del liberalismo.
1808: La Constitución deroga los señoríos.
1834: Abolición de los señoríos jurisdiccionales, los marquesados.
1835: Desamortización de Mendizábal.
1899: La provincia de Cuenca fue terreno abonado de caciques durante la Restauración.
Comienzos del S.XX: Con el aprovechamiento de pastos, dehesas para el ganado y la necesidad de financiación para los términos por la gran riqueza forestal mediante subastas de la madera, lleva a graves enfrentamientos entre la ciudad de Cuenca y los pueblos mancomunados de la Sierra, prácticamente la mayoría del monte es adjudicado a la ciudad de Cuenca. 
1925: La Vega del Codorno se segrega de Tragacete, pasando a constituir corporación propia.

Fuentes bibliográficas: Miguel Romero, Paloma Torrijos, Bascuñán.

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