jueves, 3 de agosto de 2023

EL AGUA














Fuente de vida y elemento indispensable. El mero gesto de abrir un grifo y utilizarla, a demanda, hace que sea imposible calcular su valor, e inimaginable, que alguna vez no haya sido así. 
Hacia el año 1909 fue cuando las grandes ciudades comenzaron a recibir agua potable en los domicilios, hasta entonces tenían que abastecerse en las fuentes públicas. En nuestro pueblo, según están fechadas las alcantarillas, no fue hasta 1969, sesenta años más tarde cuando el agua entró a formar parte de la cotidianeidad. Hasta esta fecha en la que se construyó un depósito de agua potable, que se bajaba y aún continúa, desde la Fuente del Frayle, el agua se tenía que acarrear desde las fuentes existentes, lo cual era una de las faenas asignadas a la mujer, que con cántaros y botijos, abastecían la casa para su consumo y aseo.
Con la llegada de la acometida del agua se facilitó una pila de piedra en la parte baja de todas las casas. Al entrar al portal, allí estaba colocada. Con el tiempo, cada vecino que pudo, la fue subiendo hasta las cocinas. 
Actualmente, la ducha, o el baño en la piscina, es algo absolutamente normal. Anteriormente si querían bañarse, era en el río, o en un baño que se hacía en Royo Salado, todos los veranos, embalsando el agua. 
Las mujeres cuando acudían al río a lavar, o fregar los cacharros, se arremangaban un poco la falda y se atrevían a meter los pies en él. En casa, lavarse por partes, o en un gran barreño, era lo habitual, calentando previamente  el agua en la estufa de leña o en la chimenea. 
Por supuesto, los cuartos de baño ni se conocían, la gente evacuaba donde podía, dependiendo de la cercanía de la casa en alguno de los puentes, o en algún callejón oscuro, en el mejor de los casos en la cuadra con los animales. 
Las aguas menores se recogían en el orinal o bacina, y había que andar listo cuando por alguna ventana se oía el grito: «¡Agua vaaa!», ya que te podías llevar una ducha “dorada” sin esperarlo. 
El lugar de aseo era un mueble de madera con una palancana o jofaina de porcelana o de cerámica, con una jarra para el almacenamiento del agua llamada aguamanil. 
La llegada del agua a las casas fue un acontecimiento, primero el agua fría, la caliente aún tardaría años en llegar con los primeros calentadores de gas butano, y alguno eléctrico. 
Para las mujeres fue un gran paso, pues les facilitó las tareas de lavar y fregar sin necesidad de tener que ir al río. 
Cuando paseamos por las calles tendemos a quejarnos cuando vemos una colilla o un papel tirados por el suelo. En aquella época, era habitual sortear excrementos tanto de animales que andaban sueltos: gallinas, perros, ovejas, etc., como de personas. Los tiempos cambian, y nosotros con ellos, para bien, afortunadamente. 
Recordemos al abrir el grifo el privilegio del que disfrutamos, con respecto a otros tiempos, y otros lugares donde aún no han llegado a conocer la suerte de la que otros disponemos. 
Hagamos un uso responsable de ese bien tan básico y necesario como es el agua, ya que hay muchos sitios donde ya tienen que abastecerse con cisternas.

¡FELICES VACACIONES!

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