Fuente de
vida y elemento indispensable. El mero gesto de abrir un grifo y utilizarla, a
demanda, hace que sea imposible calcular su valor, e inimaginable, que alguna
vez no haya sido así.
Hacia
el año 1909 fue cuando las grandes ciudades comenzaron a recibir agua potable
en los domicilios, hasta entonces tenían que abastecerse en las fuentes
públicas. En nuestro pueblo, según están fechadas las alcantarillas, no fue hasta
1969, sesenta años más tarde cuando el agua entró a formar parte de la cotidianeidad.
Hasta esta fecha en la que se construyó un depósito de agua potable, que se
bajaba y aún continúa, desde la Fuente del Frayle, el agua se tenía que
acarrear desde las fuentes existentes, lo cual era una de las faenas asignadas
a la mujer, que con cántaros y botijos, abastecían la casa para su consumo y
aseo.
Con la
llegada de la acometida del agua se facilitó una pila de piedra en la parte
baja de todas las casas. Al entrar al portal, allí estaba colocada. Con el
tiempo, cada vecino que pudo, la fue subiendo hasta las cocinas.
Actualmente,
la ducha, o el baño en la piscina, es algo absolutamente normal. Anteriormente
si querían bañarse, era en el río, o en un baño que se hacía en Royo Salado,
todos los veranos, embalsando el agua.
Las
mujeres cuando acudían al río a lavar, o fregar los cacharros, se arremangaban
un poco la falda y se atrevían a meter los pies en él. En casa, lavarse por
partes, o en un gran barreño, era lo habitual, calentando previamente el agua en la estufa de leña o en la chimenea.
Por
supuesto, los cuartos de baño ni se conocían, la gente evacuaba donde podía, dependiendo
de la cercanía de la casa en alguno de los puentes, o en algún callejón oscuro,
en el mejor de los casos en la cuadra con los animales.
Las
aguas menores se recogían en el orinal o bacina, y había que andar listo cuando
por alguna ventana se oía el grito: «¡Agua vaaa!», ya que te podías llevar una
ducha “dorada” sin esperarlo.
El
lugar de aseo era un mueble de madera con una palancana o jofaina de porcelana
o de cerámica, con una jarra para el almacenamiento del agua llamada aguamanil.
La
llegada del agua a las casas fue un acontecimiento, primero el agua fría, la
caliente aún tardaría años en llegar con los primeros calentadores de gas
butano, y alguno eléctrico.
Para
las mujeres fue un gran paso, pues les facilitó las tareas de lavar y fregar
sin necesidad de tener que ir al río.
Cuando
paseamos por las calles tendemos a quejarnos cuando vemos una colilla o un
papel tirados por el suelo. En aquella época, era habitual sortear excrementos
tanto de animales que andaban sueltos: gallinas, perros, ovejas, etc., como de
personas. Los tiempos cambian, y nosotros con ellos, para bien,
afortunadamente.
Recordemos
al abrir el grifo el privilegio del que disfrutamos, con respecto a otros tiempos,
y otros lugares donde aún no han llegado a conocer la suerte de la que otros
disponemos.
Hagamos
un uso responsable de ese bien tan básico y necesario como es el agua, ya que
hay muchos sitios donde ya tienen que abastecerse con cisternas.
¡FELICES VACACIONES!
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