Cuando llega el verano y la mies empieza
a adquirir el color amarillo, y granan las espigas, es la hora de la
recolección. Comienza la siega, a mano, del
cereal, cebada, trigo, avena o centeno, por orden de maduración, usando las
herramientas tradicionales, la dalla o guadaña, hoces, zoquetas, dediles.
Las gavillas se llevan hasta la era, y con ayuda
de horcas se va extendiendo para la trilla, una tabla de madera incrustada de
piedras de pedernal, arrastrada por dos mulos, en la que con habilidad monta el
trillador manejando los arreos.
La era es un terreno llano y grande,
aunque ahora conserva el nombre ya no se usa para ese fin, ya que las máquinas
cosechadoras modernas efectúan el trabajo en el mismo piazo donde se siembra. Los días son duros, trabajando de sol
a sol, sin descanso, intentando evitar que las tormentas de verano estropeen la
cosecha.
Hombres y mujeres llevan grandes sombreros de paja escondiéndose del
sol abrasador. Las mujeres usan pañuelos y manguitos para que su piel no se
ennegrezca. En el piazo se atan gavillas que se transportan poco después a la
era para extender la parva, y las bestias van dando vueltas y los pedernales
desgranan las espigas, cortándolas hasta convertirlas en paja.
El trillador, a pie, o bien en un
pequeño asiento, usa una vara o un látigo arreando a los animales para acelerar
el paso. De vez en cuando dan vuelta a la parva, volviendo la mies para que no
se amontone y se triture uniformemente. Terminada la faena de la trilla, se
barre la era, y se amontona la paja y el grano para ser aventado. Primero se
separa la paja más larga con la horca, y después se continúa con el aventado
aprovechando el aire, tarea que facilitó la llegada de las primeras
aventadoras.
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Aventadora |
Separada la paja del grano, con unas grandes cribas, se termina la faena, antes de meterlo en costales y llevarlo a las casas donde, en compartimentos tabicados con forma de cajones, están los atrojes, almacenando los diferentes granos para su uso durante el año, o para su venta.
Los mozos cargan un costal al hombro,
y lo suben a la cámara. Esos costales suelen pesar media fanega, que equivale a
seis celemines. Después se trae la paja en las
angarillas que llevan los mulos y se descarga en la puerta de la calle, y en
una sábana, atada con nudos en cada esquina, se va echando la paja, subiéndose
también al pajar, lo que va a servir de alimento y cama de los animales. Los hombres llevan una especie de
gorro hecho con un pañuelo con nudos atados en sus cuatro esquinas, para evitar
que el polvo se mezcle con el sudor. Al acabar con la paja se da por terminada
la cosecha.
Con la llegada de la maquinaria estas
tareas se han hecho mucho menos duras. También han desaparecido todas aquellas
herramientas e instrumentos. La misma máquina se encarga de que salga por
diferentes sitios el grano y la paja, y ésta sale compactada ya en pacas o
empaquetada en alpacas.
Si nos remontamos a épocas mucho más
antiguas podemos decir que Tragacete tuvo un pósito, lo que era un gran
depósito o almacén de trigo, hacia el año 1600, cuya fundadora fue una mujer
Catalina Moreno.
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