martes, 24 de mayo de 2022

LA ESCUELA

Pupitre














Dedicado a todos los maestros que forjan los cimientos de la vida, especialmente a los que forjaron los míos y sobre todo a Doña Angustias a la que tengo un especial  cariño. 
Había dos turnos mañana y tarde. Nada más entrar por la mañana se dejaba el leño en la cesta, en mi época teas, antes de que el ayuntamiento trajera leña para todo el curso, eran los niños los encargados del funcionamiento de la estufa llevando cada uno su tronco. Seguidamente se procedía a rezar el padrenuestro antes de empezar la jornada escolar y antes de salir de clase se rezaba otra vez, entonces no éramos aconfesionales. También me han contado que anteriormente cantaban alguna canción política, en mi época no recuerdo haberlo hecho.
A la hora del recreo nos daban una botella de leche, estaba buena, para el crecimiento, decían. Anteriormente era en polvo, la preparaban en una olla enorme y la repartían en vaso. Mi recuerdo es la de botella, con azúcar o colacao que traíamos de casa para mezclar. 
Aquella escuela unitaria con aquellos pobres maestros que sin muchos recursos  materiales y con el dicho "pasas más hambre que un maestro de escuela", tenían que sacar adelante una escuela  abarrotada  de niños y niñas, que accedían a ella por pura obligación, muy pocos con algún interés por aprender. Si se llegaban a aprender las cuatro reglas, sumar, restar, multiplicar, dividir a leer y escribir ya se podían considerar "capitán general". En aquella época los padres entendían que los hijos debían trabajar más pronto que tarde, eso de estudiar era de "señoritos". De cualquier manera siempre se consideró magisterio la carrera de los pobres, quizá por ser más corta que otras.
Personalmente  siempre  quise aprender, sobretodo porque en casa me incentivaban, y aún hoy sigo estudiando porque me gusta.
En párvulos (infantil hoy), íbamos juntos niños y niñas pero al pasar a primero ya se segregaba, los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. En cuarto curso pasé a la que seguimos llamando la escuela de los chicos, ya era mixto, aunque dos tardes en semana volvíamos a la de chicas para la clase de costura, solo chicas claro, para los chicos eso seguía estando vedado, para las chicas seguía siendo muy importante para el día de mañana...
La manera de enseñar era diferente a la actual "la letra con sangre entra", decían. Se aplicaban correctivos para imponer respeto, más bien miedo, dando con un puntero o regla en la mano, o de rodillas en la tarima (lugar más alto que el  resto de la clase donde estaba la mesa del maestro) con los brazos en cruz y un libro gordísimo en cada mano. El máximo  castigo que recuerdo fue un tirón de trenzas (carnejas se decía antes) de Don Julio por  estar hablando con la compañera que estaba a mis espaldas. Ese año fue el último de Don Julio en el pueblo. Quizá por los muchos años que llevaba allí no se le respetaba mucho, después en Cuenca me consta que en sus últimos  años fue muy valorado, apreciado y respetado.
Aunque se enseñara de otra manera, los valores sí permanecieron, y toda la gente que salió de aquella pobre escuela rural, con más o menos conocimientos, acabaron todos ellos siendo hombres y mujeres de bien.
Los maestros disponían de viviendas proporcionadas por el Consistorio, afectadas por el Ministerio como complemento  a su pobre salario. Más tarde sus sueldos fueron adaptados y dejaron de pasar "hambre"; nunca lo pasaron, sembraban huerto tenían gallinas y la gente del pueblo, siempre pensando en el bienestar de sus hijos, les llevaban presentes.
La escuela no siempre estuvo ubicada en el mismo lugar, las escuelas viejas estaban en la Casa de Don Casildo, casa que por otra parte ha servido para múltiples usos. Las nuevas se construyeron donde ahora están las actuales. Había tres, la de párvulos, la del medio de las niñas y al lado la de los chicos. Los patios también separados. En la escuela de chicos el jardín estaba dividido en cuatro o cinco huertos que se cuidaban por grupos, pioneros en lo que ahora se llama escuela participativa. También se cuidaba el coto, situado donde está el parque del mismo nombre. Ahí eran los chicos los encargados de cuidarlo, recuerdo nuestra insistente reivindicación de igualdad para hacer lo mismo que ellos, el nuevo maestro Don Fernando, cansado de oírnos nos dejó ir una tarde. Fue la única vez, hicimos todas las malezas posibles alrededor del estanque ya que lo de utilizar la azada era muy reivindicativo pero muy pesado y agotador.
Mis recuerdos escolares son buenos, en párvulos con Doña Isolina, con Doña Angustias después, con Don Julio un año y los demás con Don Fernando. Podría seguir contando anécdotas de aquella época pero sería muy largo. 

Espero que os guste y os traiga recuerdos.

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