Una de las pocas tradiciones que se siguen manteniendo es la de subir a San Blas de merienda el día tres de febrero.
Primero se celebra una misa en su honor, en la que se bendicen los rollos que aseguran que pueden curar los males de garganta. Cada uno lleva su rollo según sean de familia envueltos en un paño para poder reconocerlos, y otro rollo sin envolver para dejarlo para caridad, cada vez menos porque ahora todo el mundo tiene para comprar uno.
En un pequeño pan redondo que se cocía especialmente para ese día, relleno de tortilla de patata, chorizo y "tajás" de la orza, emprendíamos el camino hacia San Blas acompañados de padres y maestros.
Como para San Blas la cigüeña verás, y si no la vieres año de nieves, podía hacer un día excelente o estar nevado. De cualquier manera, en la edad escolar, un día de fiesta era no asistir al cole, por lo que un día de nieve no tenía más importancia.
En aquella época la nieve formaba parte del invierno con toda naturalidad. Cada vecino hacía "trocha", es decir camino, desde su puerta hasta el centro de la calle y hasta la siguiente puerta. Así entre todos hasta llegar a la escuela. No recuerdo haber faltado nunca a la escuela a causa de la nieve. También es verdad que entonces los maestros vivían en el pueblo, y no había problemas de desplazamiento. Eran parte de la vida cotidiana, Don... el maestro, Doña... la maestra. Ahora, excepto quien tenga niños en el cole nadie los conoce.
Hoy el protagonista es San Blas y su tradición. En otra ocasión dedicaré un relato a la escuela de aquellos tiempos.
Antes de que llegara la democracia y se decretaran las fiestas oficiales, todas las festividades religiosas se celebraban. Creo que para San Roque también había algún tipo de panecillo, que probablemente también tendría efectos curativos como el rollo de San Blas.
San Isidro también se celebraba y cumplía doble función, los agricultores lo sacaban en procesión, bien porque no llovía o por el contrario para que dejase de hacerlo, siempre en beneficio, por supuesto, del campo.
Hace ya unos cuantos años, la Asociación de Mujeres, se encargó de comprar la figura de San Blas, y hacer una hornacina en la roca, inmortalizando la presencia del Santo, justo encima de la fuente que lleva su nombre. Dicho queda como recuerdo y homenaje a esta Asociación que se encarga de mantener vivas estas tradiciones.
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