miércoles, 16 de octubre de 2024

LA TRASHUMANCIA Y GREGORIO MONDARAY

Fuente: Diario de Burgos Tragacete en 1978

El 20 de octubre de 1978, en el Diario de Burgos, aparece un reportaje sobre Tragacete y la Trashumancia, firmado por Luis San Valentín.
Siempre es agradable encontrar artículos de prensa sobre nuestro pueblo, y éste especialmente creo que le va a gustar a Lourdes Mondaray.
El señor San Valentín, andaba de vacaciones por la provincia de Cuenca, quería conocer, aunque fuera un poco por encima, nuestra Serranía y, de paso hacia Albarracín, paró en Tragacete, alojándose en una: “Moderna y confortable instalación hotelera cuyo atractivo nombre no era otro que el de Hostal La Trucha”
Se encontró de repente que aquellas latitudes estaban conectadas con lo de 'ya se van los pastores a la Extremadura'.
“Deambulaba a gusto y sin prisa por las cuidadas calles del pueblecito, admirando alguna que otra casona, cuando entre dos luces me llegó el suave tañido de unos cencerros mezclados con el peculiar balido de las ovejas que se aproximaban por doquier, como respondiendo a un habitual retorno a sus respectivos apriscos. De vuelta al hostal, pregunté al personal si abundaba el ganado lanar, sorprendiéndome cuando me comunicaron que sólo en el término se estimaba la existencia en 25.000 cabezas”.
Su curiosidad fue tal que pensó en salir a buscar información, aunque la hora ya no aconsejaba salir, y si quería conseguirla tendría que ser: “Al aclarar el día, ya que a esas horas, los pastores con sus rebaños abandonaban Tragacete en busca del consabido alimento”.
Se levantó al alba ya que los hatajos salían temprano y no volverían a sus corrales hasta el anochecer. Le impresionó la baja temperatura, y no tuvo tiempo de ir a buscar algo más de abrigo porque vio uno de los rebaños rebasando el perímetro del pueblo. Consiguió alcanzar al pastor y: “Tras el saludo de rigor, le comuniqué mis intenciones, a lo que respondió que no podría atender mis deseos hasta tanto situase el rebaño en una amplia zona ubicada al otro lado de la carretera, lugar donde ya los perros se constituirían en sus únicos guardianes. Dijo llamarse Gregorio Mondaray. No tenía otra ocupación que aquella, al igual que sus antepasados, resultándole por ello extremadamente fácil contestar a mis preguntas de cuándo, cómo y de qué manera discurría actualmente la trashumancia”.
Tras un largo diálogo, y al parecer bastante fresco por lo que cuenta el señor San Valentín, empezó a contarle cuándo se llevaba a cabo la contratación de los pastos que se hacía precisamente por aquellas fechas, viajando personalmente a Extremadura donde, por medio de corredores facilitaban tradicionalmente la información y se realizaban los contratos de las fincas objeto de aprovechamiento:
“Viniendo a suponer el costo de aquellos del orden de las 1.000 Ptas. 
–cabeza de vientre– con algunas variantes dependientes de las exigencias de los dueños de las dehesas en materia de redileo y alojamiento, mientras que el montante medio de los rebaños solía ser de unas 500 ovejas.
La salida de Tragacete alrededor de los Santos acompañados de los perros y algunas yeguas, permaneciendo por tierras extremeñas hasta finales de Mayo”.
El cómo lo hacían, le contó que el primer tramo: “Era por su pie hasta la estación de Chillarón, sita a unos 70 Kms por las vías pecuarias, cañadas, veredas y descansaderos, embarcando seguidamente en el ferrocarril hasta Los Pedroches”.
Y desde aquí volverían a hacer el camino a pie hasta las fincas, entre las que recordaba: “La Culebrilla, Santa Eufemia y el Encinarejo”.
En cuanto al hatajo se refiere está formado por borregas, primalas, andoscas, trasandoscas y cerradas, con una vida útil de unos siete años. Las parideras tenían lugar en la segunda quincena de Noviembre, vendiéndose el corderaje con unos 25 Kgs/cabeza días antes de emprender el regreso, a la vez que el esquileo, también por aquellas fechas con unos rendimientos de 2 Kgs/cabeza.
Una vez asentados en la finca, el ganado requería escasas atenciones, por lo que contando con los perros, un hombre y un muchacho podían cuidar perfectamente la guardería de hasta 800 cabezas, que eran confinadas por la noche en los rediles, cerramiento a base de una red confeccionada generalmente de esparto, sujeta por estacas clavadas en el terreno.
Los pastores se alojaban en la cocina del caserío, descansando sobre colchonetas, llevando consigo utensilios de cocina y algún alimento complementándolo con otros adquiridos en la localidad más próxima.
Respecto a la parte gastronómica, el menú consistía en un almuerzo a base de migas “pero sin tropezones”; para comer, en pleno campo, “se tomaba torreznos con pan”, y las cenas se hacían “en la cocina, consistiendo en patatas o legumbres con carne, ayudado con vino de la tierra”.
Conseguida toda la información Don Luis volvió al Hostal “a todo galope”, decía él, deseando recobrar una temperatura más cálida que la soportada interrogando a Gregorio que no parecía tener frío. Al entrar en el pueblo oyó lamentarse a una vecina de los estragos que la escarcha había ocasionado en su huerto. 
No seré yo quien diga si ha cambiado la trashumancia comparando aquélla época con ésta, porque nunca la he hecho. Serán los ganaderos de ahora los que juzguen si ha habido muchos o pocos cambios. 

A la memoria de Gregorio Mondaray, protagonista de este relato.

martes, 15 de octubre de 2024

FIN DEL VERANO



Con el final de las fiestas en honor a San Miguel, también damos por terminada la temporada estival, probablemente la mejor estación del año, aunque todas tienen su encanto.
Las calles y plazas vuelven a tener ese aspecto sombrío que deja la despoblación. Durante todo el verano el bullicio ha dado vida de día y de noche a las calles del pueblo. Los niños jugando durante todo el día, los adolescentes y mayores disfrutando de las casi siempre frescas noches del verano serrano. 
Lo que para unos es alegría, para otros puede resultar molesto, aunque ahora, el silencio se apodera de sus calles, y por las noches, a pesar de respirarse paz, al mismo tiempo, señorea la tristeza: ya no hay niños jugando en la plaza, ya no queda gente hasta altas horas en las terrazas. 
Esas imágenes, ya sólo se repetirán los fines de semana, cada vez menos, porque no lo permite el frío invierno. Y así, poco a poco, seguirán pasando las estaciones hasta que vuelva el verano, para unos agradable con sus risas y sus fiestas, y para otros molestia, por esas mismas risas y esas mismas fiestas. 
Esperaremos con paciencia el paso de las estaciones hasta detenernos una vez más en el verano. Ahora, después de haber disfrutado de las fiestas de San Miguel con todos sus espectáculos, disfrutemos de la temporada otoñal con sus diferentes colores, y cómo no, de la gastronomía de la época micológica.

¡¡FELIZ OTOÑO!!