Cuenta una antigua leyenda, que en el camino de San Blas había una hermosa princesa que vivía en un castillo, desde donde dominaba todo lo que a lo largo del recorrido se encontraba. Era respetada por todos sus súbditos, los habitantes de la villa, incluso las aves y fieras del monte, se volvían mansas, cuando se cruzaban por el camino.
Todo cambió cuando se enamoró del joven sacerdote que había llegado a la villa, que al final se convirtió en un amor correspondido. A pesar de mantener en secreto su pasión amorosa, una noche, una terrible tormenta le trajo la maldición: todo donde posaba su mirada se convertía en piedra.
El primero fue su gran amor, de ahí vienen los nombres de parajes como la Cocinilla del Cura, y la Peña del Fraile. Después fueron convirtiéndose en piedra sus súbditos y todos los animales, que empezaron a temerla. Ella, consciente de su poder, sumida en un gran dolor, abandonó su castillo y se refugió en una cueva, de donde sólo salía de noche para no cruzarse con ningún ser vivo. Probablemente muriera en esa cueva o abandonara el lugar, el caso que desde entonces nadie volvió a verla. Tampoco entró nadie en esa cueva a la que empezaron a llamar la Cueva de la Loca, y con ese nombre ha llegado hasta nuestros días.
Cuando vayas a pasear por el Camino de San Blas, no tengas miedo, sólo son personas y animales petrificados durante siglos y siglos que cuidan el sendero y vigilan tus pasos.
Eso sí, sólo aparecen cuando echas a volar tu imaginación, no hay que darle más vueltas.
¡FELICES VACACIONES!
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