El coche de línea era el medio de transporte,
en una época que ahora nos parece lejana, que cumplía la labor de conectar los
pueblos de nuestra provincia. Era muy importante, ya que pocas familias se podían permitir el lujo de tener su propio automóvil.
El autobús iniciaba su ruta en la Vega del Codorno y paraba
en todos los pueblos del itinerario: Tragacete-Huélamo-Uña-Villalba
de la Sierra-Zarzuela-Villalba de la Sierra, hasta llegar a Cuenca. Y todos los
días laborables, de Lunes a Viernes, se llenaban sus apenas 30 plazas de
asiento, teniendo incluso alguno que viajar de pie.
La carretera era
bastante más estrecha que la que conocemos en la actualidad, y al encontrarse
con los camiones de la madera requería de la pericia del conductor.
El tiempo del trayecto
era de unas tres horas por la mañana, y otras tantas de vuelta por la tarde. No
se puede comparar con el minibús de ahora que sigue haciendo el mismo trayecto
en poco más de una hora, pero con muchísimos menos viajeros, ya que casi todo
el mundo tiene coche propio.
Uno de los conductores,
que a pesar del tiempo pasado se sigue recordando era Carlos García, que iba
con Paco, el encargado de cobrar los billetes. El autobús que conducía ‘el tío
Carlos’, era viejo, y decían que en los largos y fríos inviernos, había que
echar una lumbre para que el motor entrase en calor y pudiera arrancar. Además
de hacer el trayecto diario, Carlos también se ocupaba de los encargos de todo
tipo que la gente le pedía. Cuentan que apenas hacía caso, o así lo parecía,
pero por la tarde le traía a cada uno lo que le había encargado.
Al Coche de Línea
también lo llamaban Coche Correo, porque transportaba, igualmente, las sacas
con el correo, algo que ahora va de manera independiente.
Después de Carlos, y
hasta la actualidad, han pasado diferentes conductores, aunque hablar del Coche
Correo es recordar a Carlos, por buen conductor, no recuerdo haber oído que tuviese
ningún percance, y por buena persona, porque todo el mundo lo recuerda con
cariño.
Vaya como homenaje a
todos esos conductores, que con su pericia en los autobuses de aquella época,
nos conectaron con otros pueblos y con la Capital, en el Parque de San Julián,
donde tenía la empresa Rodríguez la parada, hasta que se construyó la Estación
de Autobuses, y sobre todo a Carlos García, del que todo el mundo tiene tan
gratos recuerdos.