domingo, 6 de junio de 2021

LOS HORNOS DE TRAGACETE

Foto cedida por Teresa Nieto González









Esta mañana, mientras desayunaba, he rememorado el olor a horno de otros tiempos.
Según tengo entendido Tragacete tenía varios hornos, los del "tío Cayo" el "tío Raimundo" y el "tío Ropiñón".
En el de la plaza (creo que era del "tío Raimundo"), estuvo mi abuela Anastasia de hornera después de finalizar la guerra. "Para que sus hijos no pasaran hambre" decía. Teniendo pan también se podían conseguir otros alimentos por medio del trueque.
Después de mi abuela estuvo de hornera la tía Bienvenida.
El oficio de hornera consistía en la explotación de un horno ajeno, supongo que por algún alquiler. Ponían la leña necesaria para la cocción e introducían y sacaban el pan que previamente cada familia había amasado en sus casas. La gente pagaba con una parte de la masa que llevaban.
Tengo entendido, por vecinos de aquella época que me lo han contado, que no solo quitó hambre a sus hijos también a otras personas que lo necesitaban. Eran tiempos complicados.
La escuela estaba situada en el Ayuntamiento y los niños durante el recreo iban al horno a calentarse.
Otras personas también tuvieron panadería, aunque supongo que más tarde. La "tía Teresa", Juana "la berra".
La panadería de la que puedo hablar con conocimiento de causa es la de José María y Luciana. Es la que conocí, la regentaban con ayuda de sus hijos. Mientras el pueblo dormía ellos trabajaban para que al día siguiente se pudiese comer pan. Ésta ha sido la que ha despertado mi sentido del olfato y me ha llevado a sentir el olor de aquellas magdalenas, bollos dormidos, tortas de manteca y pan recién hecho cuando iba camino de la escuela todos los días. Dependiendo de la época también había otras costumbres, para San Blas el panecillo redondo, pequeño, para subir a celebrar con tortilla y chorizo, y un trozo de rollo de San Blas bendecido en misa para cuidar la garganta. En Navidad rolletes y mantecados.
Cómo anécdota voy a contar que en aquella época ya existía la tarjeta de crédito la "Tarja" un palo cuadrado en el que se marcaban una serie de muescas según se iba adquiriendo el pan y que se pagaba a final de mes, en dinero algunos y en trigo, huevos u otras especies los demás. Lo recuerdo porque en mi mente infantil le dije a mi madre: "¿Por qué pagas el pan? La gente le da a Luciana un palo y no pagan". Bendita inocencia.
Ahora el pueblo no tiene horno y traen el pan de fuera. Se van perdiendo oficios, duros aunque necesarios.
Desde mi humilde recuerdo, un homenaje a todos aquellos horneros y panaderos que trabajaban para que sus vecinos comieran pan. Especialmente a mi abuela, una buena mujer, trabajadora y adelantada a su tiempo; y a José María y Luciana que fueron los que conocí y los que me han venido al recuerdo desayunando.

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