viernes, 15 de diciembre de 2023

LA CENTRALITA DE TELÉFONOS

Centralita
Ahora que se acerca la Navidad, y todos nos felicitamos estas fiestas, a través de nuestros teléfonos móviles, principalmente usando la aplicación de  whatsapp, nos parece ya lejano que tener teléfono fuera un artículo de lujo.
Las felicitaciones navideñas, las de toda la vida, se hacían mediante aquellas preciosas tarjetas con motivos del Nacimiento, Paisajes nevados, Arbolitos de Navidad y de la Adoración de los Reyes Magos, hasta la llegada del teléfono a nuestro pueblo, que se produjo a finales de los años 50 ó principios de los 60, y la gente empezó a felicitarse por teléfono.
La Centralita de Teléfonos, estuvo ubicada en la Plaza Mª Luisa Vallejo, frente a la fuente de los doce caños, al otro lado del Trinquete, hasta su desaparición, a finales de los 80.
Los encargados desde que comenzó a funcionar hasta su desaparición, fueron mis tíos, Isabel y Eugenio, un trabajo que consistía en estar al pie del cañón todos los días del año, las 24 horas del día.
No se podían hacer llamadas directas al exterior, únicamente si la llamada era entre abonados del pueblo. Muy poca gente tenía teléfono en casa, en el pueblo solamente había 30 números disponibles, y más de la mitad estaban sin cubrir. El poseedor del aparato, descolgaba el auricular y no te daba el número, pedía a la centralita: «Ponme con el médico», o «con el Ayuntamiento», o con quien tuviera teléfono en casa.
Cuando alguien quería contactar a larga distancia con otra persona, primero llamaba a la centralita y decía: «Quiero poner una conferencia a Madrid», Barcelona, Valencia..., o decía simplemente: «Ponme con mi hija», y le decían: «Me tendrás que dar el número», y contestaba: ««Es que no te lo sabes?»
La mayoría de la gente, para hacer una llamada, o recibirla acudía a la Centralita, y en la entrada, había una cabina de madera llamada locutorio, donde se producían los encuentros familiares al otro lado del hilo telefónico. La persona que quería contactar con otra, primero llamaba a la Centralita y avisaba  a qué hora iba a llamar, para que a su familiar le llevasen el aviso y pudiera estar a la hora convenida.
La conferencia podía tardar horas, porque al no haber marcación directa en Tragacete, tenía que pasar por Villalba, que daba servicio a todos los pueblos de la Sierra, y no disponía de muchas líneas.
Una vez conectada la llamada, se registraba la hora de inicio y fin de la conversación, para fijar la duración y el importe.
A las diez de la noche, se hacía la confronta entre las dos centralitas, para cuadrar los importes de las llamadas.
Más tarde se incorporó la centralita de Uña con línea directa, y el servicio mejoró, pero seguía siendo insuficiente. Aún pasaron algunos años hasta que llegó la marcación directa, con tres líneas en la centralita de Tragacete, que aunque eran insuficientes cuando llegaba el verano, mejoró la calidad en tiempo de espera.
Después llegaron los teléfonos de disco con números, más tarde los de botones, y la marcación directa desde casa, y hasta ahí llegó el funcionamiento de la centralita telefónica hasta su desaparición.
A mí me gustaba ir a casa de mis tíos a ayudarles. Me fascinaba lo de comunicar a la gente con aquellos cordones que al ponerlos en la clavija se podía hablar. Claro, que yo iba un rato, como si fuera un juego, y cuando me cansaba me marchaba. A mis primos, en cambio, no les hacía tanta gracia tener que quedarse porque era más una obligación y estaban deseando escaquearse.
El telegrama, otra forma de contacto, se usaba poco, y como se pagaba por palabras, era más caro. Solamente se usaba para dar buenas, o malas noticias, la mayoría sobre nacimientos o defunciones.
Con la llegada del turismo al pueblo se situó una cabina en la Plaza, al lado del Ayuntamiento, lo que facilitó bastante el trabajo de la Centralita, ya que sólo tenía que atender a los teléfonos particulares. Más tarde se colocó otra cabina por las interminables colas que se producían. Aún se conserva una de ellas, aunque no está operativa, les resulta chocante a los turistas, que se van encantados de llevarse un recuerdo fotográfico.
Desde aquí quiero rendir un homenaje a mis tíos y a mis primos, sobre todo a mis tíos, que fueron los que más estuvieron en la Centralita, y en particular a mi tía, que falleció joven y pudo disfrutar poco, porque siempre estaba allí metida. Por su dedicación y empeño, para comunicar a la gente, a la hora que fuera.
Desde aquí, os deseo a todos unas muy Felices Fiestas.
Feliz salida de Año y Venturosa entrada.
¡FELIZ NAVIDAD!